voy a usar mayúsculas. (aclaro, por las dudas.)
salió una convocatoria en substacks hace unos días: “escribir 400 palabras sobre el amor”. por lo que, cursando la última clase de la materia que más me cuesta, no me hice ningún tipo de cuestionamiento y, al lado de las teorías de haraway, comencé a esbozar la idea.
terminé el texto después de almorzar con k., una de esas amistades que atesoro cerquita del corazón.
lo envié, no me respondieron, esperé, pero ya seleccionaron otros. el texto fue hecho para ser publicado (no para que me publiquen, aclaro sacándole cierto peso pretencioso. ah, y no es publicable porque sea bueno, sino porque fue escrito como si lo calcase en una vidriera).
así que bueno, se los dejo, un poco modificado y creo que, ahora que no tengo límites, sobrepasado las 400 palabras (perdón. si puedo, evito las consignas).
No quiero escribir sobre qué es el amor. Ya escribí sobre eso a los 15, con los dedos manchados de tinta y los dientes torcidos.
Escribiré lo que aprendí. O quizás, sobre cómo algunos pedacitos de él cayeron en mis manos, sin quererlo ninguno de los dos.
A veces, el amor no tiene esa palabra. Aletea entre los dedos como un pájaro herido que no tiene nido donde caer, maltrecho y sin cobijo.
También puede ser el caleidoscopio que resbala rebelde hacia el suelo de mi niñez, donde procuro buscarlo con las rodillas cubiertas de tierra y el pelo sin peinar; las terquedades y detalles del rostro ajeno se ponen en movimiento a través de su lente, proyectando en la retina cierta aura luminosa.
El amor cae en mis manos como hojas secas a un suspiro de romperse, pero también como chocolatada, inevitablemente diluida y pegajosa.
El amor cae en mis manos como cayó tu cuerpo sobre mis brazos, confiando en que habría de recibirte, aunque fueras pájaro y caleidoscopio, hoja y chocolatada.
A veces, el amor sí tiene esa palabra. Se grita, con alharaca y panderetas, se desdibuja en conceptos que aprendí a nombrar, como toda académica infante: con los aristotélicos ojos claros llenos de cataratas y sonrisas desdentadas. "Inefable amor" casi me convence, hasta que borbotea sollozante de mi garganta, plenamente convencido de su falsedad.
A veces, también al amor se lo roban, ideas pero sobre todo acciones descamisadas, que se arremangan deleitosas sobre necesidades, encarnadas pero mordisqueándose con las carcajadas de los bienes adquiridos, escupiendo tras la mesa los tragos amargos de las dádivas infructuosas.
A veces quedo parada frente al abismo, ese vacío lleno de ausencias, y me hago preguntas ontológicas que en realidad son estúpidas: ¿Qué es esto de que seas decisión? ¿Por qué no me convencés? ¿Por qué no podés no ser rosa y ser carbón? ¿Por qué moldearte a fuerzas de palabras no me inspira a usarte? ¿No será que en el fondo sos una persona, un cuerpo como yo, que entrega y pena, canta con angustia y no pierde un solo rostro pero decide olvidarlo todo?
Amor, si sos, date a mí, dámelo todo. Abrazame para que así, siendo y aunque a traspiés, te ame.